En mi breve paso por el mundo de la comunicación pude asistir, aunque en una televisión local, a un desfile de clientes que deseaban ver cómo su producto (desde joyerías hasta charcuterías) tenía que plasmarse en un spot de treinta segundos según sus deseos. Me han pedido desde que convierta una fotocopia de una hoja de periódico en un spot, hasta transformar doce planos de una furgoneta en un anuncio de fontanería. Pero es curioso descubrir cómo, sea cual sea el nivel en el que te muevas, ver que la gente pide siempre lo mismo; que el cliente esté satisfecho aunque lo que te pida sea una memez.
Recuerdo con cariño cómo una vez un cliente, cuya tienda de fotografía con discreto escaparate estaba situada junto con un local de ropa con amplios y generosos luminosos me decía; -"¿Y no podrías hacer desaparecer en la imagen a la tienda de ropa para que la mía se vea más grande?". Claro está que uno no es David Copperfield, pero era complicado explicarle que ESO NO SE PUEDE HACER. Al final pudimos resolverlo con... mejor no me hagáis explicároslo.
En otra ocasión trabajé arduo para que un spoto de una cafetería luciera en pantalla de manera elegante, con un virado a sepia muy elegante, música de Janis Joplin y un grafismo elegante a la altura del resto, para que luego el cliente dijera; sic; -"Quiero que se vean los colores, que esto no es en blanco y negro, y la música de chunda chunda, por favor".
El cliente siempre tiene la razón, por supuesto, pero me llamaba la atención que jamás dieran directrices sobre cómo querían el spot excepto cuando lo veían ya terminado (tres horas de trabajo como mínimo) y luego lo cambiaran todo.
No me enrollo más y os dejo con este enlace en el que descubriréis cómo, allá donde vayáis, los eufemismos siempre irán de la mano con vosotros, y si os dedicáis a la imagen más todavía. Tened en cuenta que a día de hoy nadie, y repito, NADIE, sabe por qué un producto funciona y otros no.
viernes, 23 de julio de 2010
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