Estamos mal acostumbrados.
Exigimos a nuestros cargos públicos ser guapos, elegantes, bien vestidos, simpatuicos, sonrientes, atractivos, informales y arreglaos...
No concebimos la política sin asesores de imagen, (sin ellos parecerían todos sindicalistas)
¿Pero que pasaría y les mandaríamos a la mierda, si se fueran todos al paro?
Pues bien, esto es solo un avance.
martes, 22 de diciembre de 2009
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